Esta es la Encíclica social más importante de la Iglesia, de la que se han desprendido una serie de escritos sobre el tema social. Es muy importante observar que a pesar de cumplir este año 117 años, su vigencia es la misma que el año de su publicación. Veamos ahora parte de su contenido:
Motivos para tratar la cuestión obrera
Los aumentos recientes de la industria y por los nuevos caminos que va la técnica, el cambio en la relación patrón obrero, el haberse acumulado la riqueza en algunos y empobrecido la multitud, pues, destruidos en los pasados siglos los antiguos gremios de obreros, poco a poco se han quedado solos he indefensos.
Remedios proclamados por el socialismo
Para remedio de este mal, los socialistas, después de excitar a los pobres al odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla por la colectiva. Con este pasar de los bienes privados a manos de la comunidad, y repartir luego esos mismos bienes y sus utilidades con igualdad perfecta entre los ciudadanos, creen que podrán curar la enfermedad presente.
Es un remedio perjudicial para el obrero
Esta “Solución” proclamada por el socialismo, antes de ayudar a los obreros, los perjudica aún mas; y es, además, grandemente injusta. Porque si el obrero presta a otros sus fuerzas y su industria, lo presta con el fin de alcanzar lo necesario para vivir y sustentarse, y por esto, con el trabajo de su parte pone, adquiere un derecho verdadero y perfecto, no solo para exigir su salario, sino para hacer de este el uso que quisiere. Luego, si gastando poco de este salario, ahorra algo y lo emplea en la compra de una finca, esta debe ser tan suya como el salario que recibió por su trabajo.
Como podemos ver en la presente encíclica, la solución planteada por el socialismo favorece la injusticia y fomenta el odio entre el obrero y el jefe, lo que, por el contrario de ayudar al obrero lo deja en un estado de vulnerabilidad.
Soluciones propuestas por la Iglesia
Es verdad que cuestión tan grave demanda la cooperación y esfuerzos de otros; a saber: de los gobernantes, de los patrones, de los ricos y hasta de los obreros, de cuya suerte se trata; pero afirmamos que serian vanos cuantos esfuerzos realicen los hombres, si desatienden a la Iglesia. Por que la Iglesia saca del Evangelio doctrinas tales, que bastan, o a dirimir completamente esta contienda, o por lo menos a hacerla más suave, trabaja no solo para lograr el entendimiento, sino para regir con sus preceptos, la vida y las costumbres de todos y cada uno de los hombres. lo que ella pide los se unan los pensamientos y fuerzas de todas las clases sociales, para poner remedio, lo mejor que sea posible a los problemas de los obreros, y para conseguirlo cree que se debe emplear, aunque con la debida ponderación, las leyes mismas y autoridad del estado.
La Iglesia opta por la unión, concordia entre las clases para encontrar una solución a este terrible flagelo de la sociedad, una mejor relación entre capital y trabajo, que se ponga la dignidad del hombre por encima de la producción de bienes, y que al igual que sus derechos, tanto obreros como ricos, promuevan sus deberes. Estas solo son algunas de las medidas que nombra la Iglesia para la solución de el problema social. Es el hombre contra la arrogancia del siglo, y el desmedido amor de sí.
Las causas de que esta encíclica siga tan presente, es la falta de Dios en medio de la sociedad, lo que conlleva a la falta de caridad, de interés por el hermano, por su dignidad, hoy las obras se hacen por solidaridad y no por caridad. Mientras estas concepciones erróneas de sociedad sigan en medio nuestro, mientras Dios sea alejado de nosotros, mientras el odio este presente en nosotros, mientras la Iglesia se mire como el opresor y se siga atacando, esta encíclica seguirá vigente.
Invito a todos los hermanos a leer esta gran encíclica, este llamado de la Iglesia a preocuparse por la cuestión social.
Esta “Solución” proclamada por el socialismo, antes de ayudar a los obreros, los perjudica aún mas; y es, además, grandemente injusta. Porque si el obrero presta a otros sus fuerzas y su industria, lo presta con el fin de alcanzar lo necesario para vivir y sustentarse, y por esto, con el trabajo de su parte pone, adquiere un derecho verdadero y perfecto, no solo para exigir su salario, sino para hacer de este el uso que quisiere. Luego, si gastando poco de este salario, ahorra algo y lo emplea en la compra de una finca, esta debe ser tan suya como el salario que recibió por su trabajo.
Como podemos ver en la presente encíclica, la solución planteada por el socialismo favorece la injusticia y fomenta el odio entre el obrero y el jefe, lo que, por el contrario de ayudar al obrero lo deja en un estado de vulnerabilidad.
Soluciones propuestas por la Iglesia
Es verdad que cuestión tan grave demanda la cooperación y esfuerzos de otros; a saber: de los gobernantes, de los patrones, de los ricos y hasta de los obreros, de cuya suerte se trata; pero afirmamos que serian vanos cuantos esfuerzos realicen los hombres, si desatienden a la Iglesia. Por que la Iglesia saca del Evangelio doctrinas tales, que bastan, o a dirimir completamente esta contienda, o por lo menos a hacerla más suave, trabaja no solo para lograr el entendimiento, sino para regir con sus preceptos, la vida y las costumbres de todos y cada uno de los hombres. lo que ella pide los se unan los pensamientos y fuerzas de todas las clases sociales, para poner remedio, lo mejor que sea posible a los problemas de los obreros, y para conseguirlo cree que se debe emplear, aunque con la debida ponderación, las leyes mismas y autoridad del estado.
La Iglesia opta por la unión, concordia entre las clases para encontrar una solución a este terrible flagelo de la sociedad, una mejor relación entre capital y trabajo, que se ponga la dignidad del hombre por encima de la producción de bienes, y que al igual que sus derechos, tanto obreros como ricos, promuevan sus deberes. Estas solo son algunas de las medidas que nombra la Iglesia para la solución de el problema social. Es el hombre contra la arrogancia del siglo, y el desmedido amor de sí.
Las causas de que esta encíclica siga tan presente, es la falta de Dios en medio de la sociedad, lo que conlleva a la falta de caridad, de interés por el hermano, por su dignidad, hoy las obras se hacen por solidaridad y no por caridad. Mientras estas concepciones erróneas de sociedad sigan en medio nuestro, mientras Dios sea alejado de nosotros, mientras el odio este presente en nosotros, mientras la Iglesia se mire como el opresor y se siga atacando, esta encíclica seguirá vigente.
Invito a todos los hermanos a leer esta gran encíclica, este llamado de la Iglesia a preocuparse por la cuestión social.
Francisco Aravena R.
Seminaristas Mayor